El gobierno de Irán, en conjunto con el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, está realizando un activo programa para aumentar su influencia en América Latina. Las acciones son diversas: próxima apertura de embajada en Bolivia y reactivación de las existentes en Sudamérica, con especial referencia a Chile y Nicaragua; inauguración de vuelos de la línea oficial de Irán entre Caracas y Teherán; intercambios de visitas gubernamentales de alto nivel; donaciones conjuntas de Venezuela e Irán a terceros países -como la de tractores iraníes a Bolivia-; tratados de cooperación en los rubros más variados, y ofertas para la explotación conjunta de petróleo, como la que realiza Enap en Irán.
El contenido completo del plan se desconoce, aunque muchas manifestaciones ya han comenzado a ejecutarse este año. Éstas surgen de decenas de acuerdos bilaterales firmados por los presidentes Chávez y Ahmadineyad en sucesivas y recíprocas visitas de Estado, la última con ocasión de la reciente transmisión del mando presidencial en Ecuador, país con el cual también se anunció un programa especial de cooperación.
Las aparentemente excéntricas iniciativas de Irán -considerando las abismantes diferencias culturales, su prioridad en el Medio Oriente y sus remotos y escasos lazos económicos con nuestro continente- se justifican por el propósito de respaldar a Chávez, por los intereses compartidos con Venezuela en la organización de países petroleros y, principalmente, en su oposición a EE.UU.
Una eventual presencia iraní activa en nuestra región estaría dejando de ser irrelevante y sería riesgosa. Proviene de un gobierno que pone en peligro la seguridad y paz internacional, con la transgresión de los acuerdos internacionales sobre desarrollo pacífico de la energía nuclear; que apoya abiertamente la violencia en el Medio Oriente, a través de Hezbollah, y que amenaza la existencia del estado de Israel.
Adicionalmente, los gobiernos de Irán y Venezuela coinciden en transgredir el principio fundamental del derecho internacional de respeto a la soberanía y no intervención en los asuntos internos de otros estados.
En fin, el potenciamiento recíproco entre Irán y Venezuela en nuestra región agrava las divisiones y desconfianzas que ya provoca el régimen de Chávez.
Latinoamérica y nuestra Cancillería deben actuar en consecuencia y fijar con claridad su posición, sus límites y contenidos respecto de la presencia diplomática y las ofertas de cooperación de Irán, y estar conscientes de sus motivaciones y consecuencias.
El contenido completo del plan se desconoce, aunque muchas manifestaciones ya han comenzado a ejecutarse este año. Éstas surgen de decenas de acuerdos bilaterales firmados por los presidentes Chávez y Ahmadineyad en sucesivas y recíprocas visitas de Estado, la última con ocasión de la reciente transmisión del mando presidencial en Ecuador, país con el cual también se anunció un programa especial de cooperación.
Las aparentemente excéntricas iniciativas de Irán -considerando las abismantes diferencias culturales, su prioridad en el Medio Oriente y sus remotos y escasos lazos económicos con nuestro continente- se justifican por el propósito de respaldar a Chávez, por los intereses compartidos con Venezuela en la organización de países petroleros y, principalmente, en su oposición a EE.UU.
Una eventual presencia iraní activa en nuestra región estaría dejando de ser irrelevante y sería riesgosa. Proviene de un gobierno que pone en peligro la seguridad y paz internacional, con la transgresión de los acuerdos internacionales sobre desarrollo pacífico de la energía nuclear; que apoya abiertamente la violencia en el Medio Oriente, a través de Hezbollah, y que amenaza la existencia del estado de Israel.
Adicionalmente, los gobiernos de Irán y Venezuela coinciden en transgredir el principio fundamental del derecho internacional de respeto a la soberanía y no intervención en los asuntos internos de otros estados.
En fin, el potenciamiento recíproco entre Irán y Venezuela en nuestra región agrava las divisiones y desconfianzas que ya provoca el régimen de Chávez.
Latinoamérica y nuestra Cancillería deben actuar en consecuencia y fijar con claridad su posición, sus límites y contenidos respecto de la presencia diplomática y las ofertas de cooperación de Irán, y estar conscientes de sus motivaciones y consecuencias.
Fundacion Civica Oriol
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